sábado, 20 de octubre de 2012

El bizcocho

Le apeteció cocinar un bizcocho pero le faltaba la levadura. La anotó en la lista de la compra, al final. Cuando llegó al supermercado, sacó la lista y había aumentado el doble de su tamaño.

Viajes delirantes

La quiso llevar a pasear en góndola y a ver la torre Eiffel. Ella prefirió quedarse en casa y comer sardinas en conserva. A su vuelta, encontró un gato gris relamiéndose los bigotes, un bebé llorando y a ella en la cocina pelando patatas. Se giró y lo vio allí, con esa mirada febril que tan bien había aprendido a diagnosticar.
Recordó la primera vez, cuando le dijo que jamás olvidaría cómo se conocieron en Roma. Ese año, él causó baja y ella se quedó a su lado para, a su forma, viajar con él.

Tabula rasa

Tu abismo: Fulgor insondable que incide y extirpa de raíz mi idiosincrasia; vacío del vacío de tanto afán inconexo, de tanta ceguera evidente, de tanto querer querer y no amar; despojado de olvidos inmemoriales, de caídas incurables, de respuestas sin pretexto en infinito rosario de preguntas y pretendidos desenlaces circulares: Sin solución de continuidad.

Soy, ya, tu tabula rasa.


tallaets


La hormiga reina

Más que a la lluvia, lo que temía eran los truenos. Descubrió que el hormiguero jamás se inundaría, pero no estaba preparada para aquellos rugidos infernales que destruían el mundo. Todo lo puedo con aquel me fortalece, se decía al cobijo de la colonia. Y de repente, cayó el rayo

Vicente Puchol


viernes, 19 de octubre de 2012

Plano/ Contraplano

Saboreo tu nombre mientras lo deletreo una vez más. Me deleito en cada letra, en cada pausa, en cada golpe de voz... cierro los ojos y me traslado a otro tiempo y a otro lugar, muy alejados ya de mí mismo.

Navego por ese espacio inventado, embriagado por el dulzor engañoso de tus recuerdos, embaucado por los caprichosos trampantojos de la memoria.

Cuando regreso, adivino una pequeña hebra de luz asomando temblorosa entre la maraña de ovillos entrelazados a que había quedado reducido mi cuarto.

Cronopio


Vuelta de tuerca

De la rutina insípida de su oficina, iba a la del matrimonio y de ahí a un ocio tedioso; así transcurrían unas jornadas de saldo insostenible: un día menos por vivir y uno más sin haber vivido.
Aquella aciaga mañana todo cambio; su jefe, después de mil explicaciones, le despidió.
Rota la cadena de las costumbres los días pesaron como losas.
Hoy solo, borracho y desesperado piensa con ternura en los tiempos en los que era el aburrimiento era el peor enemigo.


desasosegada


jueves, 18 de octubre de 2012

El mejor de los mortales.

Había entrado en su vida con la vitalidad de una niña estrenando cuerpo de mujer.

Esa criatura de farándula, con sus espejos minúsculos como centro de flores en su vestido, le había hecho hervir la sangre de una forma inesperada e incontrolable.

Ahora, con su asfixia en las arenas movedizas de los miedos de ambos, la crisis de conciencia desbarataba su fuerte convicción de ser... el mejor de los mortales.

Albada



martes, 16 de octubre de 2012

La espuma en tus huesos otoñales

El olor a talco de sus axilas revoloteó efímero por el cuarto de los cachivaches. Quedó dormido y expectante. En un estado larvado. Alguna vez, cuando sentías la espuma burbujear en tus huesos, sólo ese aroma a talco y lluvia de sus rincones secretos, devolvía el azul intenso de sus ojos de rocío a tus ojos grises.

Y en esos momentos de ingravidez, por unos instantes de fuego, el espejo jugaba a ilusionismos baratos con la placidez.

Maquillando tu rostro de una esperanza aún viva.

Albada


El tiempo, el implacable.

¡Vaya mañanita que llevo! Me he levantado medio muerta gracias a un combinado de cansancio, resaca y edad. Al mirarme al espejo he descubierto, atónita, a una señora que me miraba con cara de espanto.
He recordado "el retrato de Dorian Gray" y he comprendido que la vida es justo al revés. Nos graba en la cabeza una imagen joven e inalterable de quienes fuimos y mientras, lentamente, nos va cambiando hasta convertirnos en extraños seres que se parecen cada día más a sus padres y cada día menos a sus hijos

desasosegada

Extinción

Por última vez, acaricio el agua con la mano, mientras la chalupa, empujada con cadencia de remos marineros, sortea fatigada la espesa noche. La carga es densa y voluminosa como duelo de muerte, antigua e irreconocible como un primer amor. Amortiguado por la niebla, el incierto tañido de la campana preludia un silencio absoluto, que abate todo aliento. Los remos, mis latidos, cesan por completo, mientras miro sin ver, deseo sin sentir, y me deslizo hacia la anhelada luz abisal con toda mi carga.

tallaets


La taza

Estoy de los nervios. Tengo una tacita para la infusión de paciencia y temo que se rompa al cogerla. Sería la tercera que destrozo en un mes y no me vale cualquiera. Para que las hierbas surtan efecto, alguien debe haber bebido en ella su último sorbo, y me he quedado sin cicuta.

Vicente Puchol


Azar

No era un sábado más. Él se lo imaginó como el primero y último de un otoño atípico. Como el principio y final de una larga etapa gris. Todo empezó en una estudiada despedida. Compró castañas calientes como preludio de la última velada. Sembrada sobre el más humillante de los propósitos. Todo le salió del revés. Cuando quiso evitar, encontró. Restar nunca fue tan positivo. Tanto que al llegar al atril del puente, lloró. Pensó que cruel era su destino mostrándole las mejores vistas como epitafio.

21


Diluirse

Hoy he vuelto a escribir. Como de si un milagro se tratara. Es una acción que me completa, me ilumina y me hunde en lo más profundo de mi mismo. Me reinventa y sumerje en todos aquellos sueños que alguna vez me atreví a esbozar. No me cuesta trabajo inventar historias. Ajenas a todos mis pensamientos, aunque los recovecos de las pesadillas actúan de muralla entre tú y yo. Entre el mundo real y el imaginado, que a fin de cuentas es el resultado de la relación directa entre el ser y la memoria.
21

lunes, 15 de octubre de 2012

ÉXODO

Pedro sube la persiana del bar nada más amanecer. Cerca, Sagrario la panadera, coloca el mostrador con esmero. Como una flecha atraviesa mi campo de visión Fernando el cartero, sujetando con una mano el manillar de su bicicleta y con la otra un puñado de cartas sedientas de recepción. Mosén Esteban, aguarda con la puerta de la iglesia medio entornada, la llegada de algún feligrés. Y como de costumbre, "Salchichas" el perro pastor, mantiene a raya al rebaño en lontananza.
Una repentina ráfaga de viento me obliga a abrir los ojos. Ya no quedan ni las sombras del pasado.
http://microseñalesdehumo.blogspot.com

Observaciones

El agente introdujo su número de DIN en el sistema. Al instante aparecieron todos sus datos. Le llamó la atención ver anotada la sección "Observaciones". Leyó: "A la infractora le pirra el helado de nueces de macadamia".
Aquel verano, el becario de TI se encargó de migrar la información a la nueva base de datos. En el registro 8.549, todo le resultó demasiado frío e imaginó cómo podrían ser aquellas personas. En realidad, él siempre quiso ser escritor, no informático.

domingo, 14 de octubre de 2012

Con vistas

Siento un frío inmenso, de esos húmedos y penetrantes, que se cuelan por todos los poros sintiéndolo hasta en los huesos, el hecho de llevar un traje de verano tampoco ayuda, con esta corbata, que nunca me gustó, aunque no lo dije. Pero ahora aquí estirado, serio como un palo, ya no importa. La verdad es que no me imaginaba que esto fuera a ser tan desolador, pero no me quejo, se que tiene una buena vista al mar y veré el trasiego de los barcos en el puerto. Bueno eso fue una broma de alguno.

Alfred


Arruga

Contemplé mis pantalón recién planchado, con incredulidad, a pesar de todo mi esmero, una arruga lucía en todo su esplendor en la pernera izquierda. Incapaz de salir a la calle con tamaño desaguisado, me apliqué a corregirlo. Puse la plancha a su máxima temperatura, con la función vapor, y me esmere en repasa el planchado, pero la arruga me esquivó, subiendo y bajando, haciéndome quiebros y regates, impidiendo deshacerla, le tiré agua encima para fijarla y en un descuido la alcancé, quemandola.

Alfred


Castañera

Me acostumbré a verla cada año, instalándose a la entrada del parque, para ofrecer sus productos, castañas y boniatos asados en su punto, en las brasas de aquella estufa, que a la vez le resguardaba del frió, aunque realmente antes de verla, notaba por el olor del humo, que había empezado su actividad y con ella anunciaba la llegada del otoño. Era una mujer menuda, de una edad indefinida, pues su viva mirada compensaba las múltiples arrugas del rostro. Sonreí cuando alargó su mano ennegrecida.

Alfred