viernes, 6 de junio de 2014

Natha II

Cuando llegaron al borde de la alberca, las luces, destacaron como una irregularidad de la tensa superficie del agua, un rostro apenas emergido. Natahin, había llevado para las vacaciones, la mochila escolar. Volvía con ella, cargada de manzanas.

El peso seguramente, no fue suficiente para sumergir el diminuto cuerpo, ni dejarlo boca abajo, como en los ahogados suele suceder. Los ojos los tenía abiertos, sin mirada, sin otro brillo que la humedad. sin vida, y sin estrellas que reflejaban la confabulación para clavar las estrellas en ellos, como chinchetas sangrantes en el alma del abuelo, ese temprano día de agosto.

Anónimo antónimo

Natha.I

El horizonte venía con un toldo gris azulado intenso, pronto seria todo lo que el cielo ofrece a los ojos del suplicante. Natha, apenas soportaba el dolor del costado izquierdo, pero decidió terminar la cerca que diera seguridad a su nieto, del pozo que alimentaba la finca.

Pocos días después, pasado una revisión medica, un tractor rompió la tela metálica de la cerca sin percatarse de ello. Su nieto Nathalin , tenía ya un pase hacia la libertad , como un contrabandista, a un espacio de mayores aventuras, y poco más pudo entender el abuelo, que apenas podía hilar con coherencia. Tras cuatro o cinco vasos de vino, no se sabrá jamás, cómo debió suceder aquello que el cielo quiso dejar en oscura intimidad.

Era una noche de verano, rota como una copa de brindis. El presagio por la tardanza, movilizó a Nathan y su familia. La inquietud era un nerviosismo con colores de plegaria. Sacaron el coche del cobertizo que aliviaba el sol sobre un color gris, con p olvo y aspecto de molinero recién sacudido.

anónimo antónimo