Ahora cinco de esas siete vidas se agolpan en torno a una mesa, aquella que nunca debió de estar vacía de acuarelas y láminas en blanco, donde ella quiso expresar todo lo que sus ojos polarizaban y su alma interpretaba. El pequeño restriega sus manos, la mayor ya expone con éxito.
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Me alegro de que encuentre la reválida en su descendencia. Muy emotivo veintiuno.
ResponderEliminarSe merecía este final. La segunda parte es un tributo a todas las madres. Su esfuerzo y sacrificio esta fuera de todo entendimiento científico. Gracias, Eunuco.
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