El Sargento Ramirez, mientras ataba a su preso, le explicó con preciso detalle, los efectos de la tortura con agua; físicos y psicológicos. ¡Hablarás, rojo... vaya que si hablarás!. ¡Hago cantar a los mudos!.
La víctima, ya se había despedido la noche antes de su existencia.
Con la cabeza afeitada, restos de golpes recientes y una sonrisa firme de esperanza, el apretó el puño y cerró los ojos.
veintiuno.
Yo diría que por aquí no veo nada "excesivamente abstracto". Y que "como siempre" no siempre es siempre, ;). Bueno, veintiuno, me gusta
ResponderEliminarEsta vez mirina, he intentado sostener los pies en el suelo. Gracias por tu ayuda.
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