domingo, 21 de noviembre de 2010

Ripio

Sumido en honda desazón, tomó, al azar, un desvío que no aparecía en el mapa. Los amortiguadores gemían en los hoyos y rocas que las ruedas acometían, levantando un alto reguero de polvo. Una piedra saltó desde el ripio, agujereando el cárter. Desaparecieron el polvo y el rugido del motor. Rodeado de viento y de una muda pampa cubierta de coirón hasta donde alcanzaba la vista, avistó guanacos y ñandúes, pastando ajenos a su presencia. Nadie más sabía que estaba allí. Nadie más lo volvió a ver.

tapia


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