Doblan las campanas anunciando tu ausencia. O será que cuando estábamos juntos, de tan enamorado no las oía. Ahora que lo pienso, vivir frente a la iglesia siempre condicionó nuestra relación. Decías que para qué casarnos, si te bastaba con ver las bodas desde el balcón; para qué tener plantas, si cuidabas por las tardes las de la capilla; para qué confesarme tus más íntimos secretos, si para ello ya estaba el cura; para qué acostarte conmigo si… era él el que te hacía "tilín".
Saryle
Lo malo es que, sin necesidad de que el otro miembro de la pareja se vea atraído por su mismo sexo, deje igualmente de interesarse por una relación que empezó con todos los colores y con el tiempo sólo la pinte de gris.
ResponderEliminarUn inesperado final, muy bien logrado. Y con la suerte de no vivir frente a la mezquita ;-))
ResponderEliminar@Luis Nieto del Valle
ResponderEliminarHola Luis. Cuando lo escribí pensé en que era él el que hablaba y la chica enamorada del cura. Claro que también se podría interpretar de la manera que tú dices... Un saludo.
@eglon82
ResponderEliminarEs verdad, Eglon, quién sabe que hubiese ocurrido en ese caso...
Gracias por el comentario.
¡Ay! el juego que dan los amores con el "el pájaro espino".... Me ha gustado Sara.
ResponderEliminarMe gusta la primera frase y como conecta con el argumento Saryle. Te mete de lleno en la historia ya en la mitad de la segunda frase. He podido imaginar sus dos vidas. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Tagore, es verdad que la historia no es nueva, pero quise innovar en la forma de contarla.
ResponderEliminarGracias Alsquare por tu comentario, así surgió el cuento, de esa primera frase...
Un saludo a ambos.
Original como siempre y divertido. Me ha encantado, Sara
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