lunes, 30 de mayo de 2011

Agradeciendo favores

Ni allí lo soportaron por mucho tiempo. Tan pecador era que fue expulsado hasta del paraíso infernal. Apercibido Dios del hecho, lo enclaustró en una lámina de cristal irrompible y lo dejó flotando en el limbo. Espíritu maléfico y desagradecido, te condeno a pudrirte en esa cárcel eternamente, tronó. Transcurrieron eones, pero el cristal al final se degradó. Ya libre, se dirigió a la Tierra, a Alemania en concreto. Un tal Nietzsche había matado a Dios. Quería agradecérselo ayudando a su patria.


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