Resuenan mis pasos solitarios en el empedrado de la plaza y recuerdo cuando a todas horas se oían cuchicheos y risas.
!Eran otros tiempos!
Luego llegaron las despedidas; empecé abrazando a los amigos que partian buscando una vida mejor y terminé diciendo adiós a los que, renqueantes, marchaban a casa de sus hijos, incapaces de sobrevivir en soledad.
Eso sin contar a tantos como acompañé en su último paseo.
Ahora ya sólo quedamos tu y yo, lucero, cuándo nosotros desaparezcamos, el pueblo se sumirá en el silencio
desasosegada
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!Eran otros tiempos!
Luego llegaron las despedidas; empecé abrazando a los amigos que partian buscando una vida mejor y terminé diciendo adiós a los que, renqueantes, marchaban a casa de sus hijos, incapaces de sobrevivir en soledad.
Eso sin contar a tantos como acompañé en su último paseo.
Ahora ya sólo quedamos tu y yo, lucero, cuándo nosotros desaparezcamos, el pueblo se sumirá en el silencio
desasosegada
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Tan real como conmovedor, Desasosegada. Hay pueblos que se mueren junto a sus últimos habitantes. Me encantan tus relatos. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sara, ya sabes que es mutuo. Marga.
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