Él le atravesó el corazón como el río Moldava atraviesa Praga. En aquel caudal de fluidas sensaciones se sumergió hasta aparecer, a la mañana siguiente, en los confines de la ciudad. Despertó solo, enredado entre las sábanas gastadas de un vulgar hotel. Nada quedaba ya de la algarabía de la noche; tampoco de su atractivo uniforme ni de su libertina billetera. Su identidad robada seguramente volaba hacia otro puerto, enarbolando ese rostro tan parecido al suyo que tan locamente lo cautivó.
Saryle
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Grande Sara, en este juego de espejos y, ay, de billeteras
ResponderEliminarGracias, Gabriel (Francisco). ¡Ya tengo tu libro! ¡Qué alegría y cómo me lo estoy disfrutando! Enhorabuena, es una delicia leerlo. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encantó este relato. Pero eso ya te lo he comentado en tu blog. Gracias, Sara, por compartir estas delicias
ResponderEliminarAyyyyyyyyy... los estragos de la noche, que caros se pagan a veces. Precioso Sara.
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