Refugiándome de la lluvia otoñal, estudio tu lacónica respuesta a mi nota, el cuidado verbo con que analizas y desmenuzas tus pulsiones, hasta disgregarlas en sus mínimos elementos integrantes, con sintaxis precisa y lógica intachable. Enumeras, ponderas y elogias mis propias emociones, la belleza de mi imperfección, los detallados pros y contras de mi pensamiento lateral. Te escribiría de vuelta. Pero salgo y me empapo de fría lluvia. No necesito refugio: Mi nota contenía dos únicas palabras. tapia
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