Miró a su derecha. Nada. Pura y dura, y orgullosa de ello. A su izquierda. Nada también. Aunque rezumando un cierto complejo no declarado. Aguzando todo su instinto de supervivencia, avanzó con mucho tiento y equilibrio sobre la fina línea delimitada entre ambas opciones. Hasta que, siguiendo con la vista el vuelo de una mariposa, cayó. Maldita mariposa. tapia
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