El aire sonaba a polvo y a cerrado, a exilio y a fracaso, a reencuentro de sol tras porticones.
Vio asomar un mástil, que devino estruendo al chocar contra el respaldo de la silla de mimbre y olvido.
La misma forma que, por unos minutos le llevó, vacilante, hacia el recuerdo borroso de una forma de mujer.
Albada
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