Siempre quise ser invisible.
Por ello opté el trabajo más imperceptible que encontré: portero del museo de cera. Comprobé que si lograba permanecer inmóvil nadie reparaba en mi presencia y así, tontamente, empecé este macabro juego.
Esta mañana me he colocado entre las estatuas. Al rato he notado un adormecimiento y ahora no puedo mover ni un músculo.
A las dos cierran este museo, así que si no me ayudan, temo que voy a pasar la Semana Santa entre estas figuras, que empiezan a aterrorizarme.
Por ello opté el trabajo más imperceptible que encontré: portero del museo de cera. Comprobé que si lograba permanecer inmóvil nadie reparaba en mi presencia y así, tontamente, empecé este macabro juego.
Esta mañana me he colocado entre las estatuas. Al rato he notado un adormecimiento y ahora no puedo mover ni un músculo.
A las dos cierran este museo, así que si no me ayudan, temo que voy a pasar la Semana Santa entre estas figuras, que empiezan a aterrorizarme.
desasosegada
Qué original relato! Si te sirve de consuelo otras muchas personas eligen pasar con distintas figuras (santos, vírgenes, etc.) estos días de Semana Santa.
ResponderEliminarTienes razón !Cuánto nos gusta disfrazarnos!
EliminarEspero que no se te ocurriese situarte entre Iñaki y Jaime, no sea que te casen con una infanta.
ResponderEliminarJeje, yo también lo espero, no me veo entre tanta exrealeza.
Eliminar!Que gusto verte por aquí!
genial relato. Eso pasa por desear sin pensar amigo. Tranquilo, seguro que te sacan¡¡¡¡¡
ResponderEliminarGracias lenita, efectivamente hay que pensar muy bien lo que se desea, no vaya a ser que, para variar, se cumpla.
EliminarSiempre que me paso por Relatarium encuentro algo original, sorprendente entre tus relatos, Marga. Eres una fuente inagotable de agua fresca. Que siga. Para alegría y solaz de tus fieles lectores. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu falta de objetividad.
EliminarLeerte a tí si que es siempre un placer.
Un beso.