Empezaba a amanecer.
Trató de incorporarse pero no pudo. Se le cerraban las puertas de aquel balcón amigo de sus sueños.
Percibía que ese lugar tan conocido, hoy se parecía a un túnel de luces y destellos. Sus quince largos años no le permitían distinguir lo real de lo imaginario. Y allí quedó. Vencido pero jamás resignado.
Hasta que el veterinario lo sentenció.
Solo entonces terminó de amanecer.
Y solo entonces los sueños caninos se hicieron realidad mientras él comenzó por fín... a vivir. EMILIO BAREIRO
Trató de incorporarse pero no pudo. Se le cerraban las puertas de aquel balcón amigo de sus sueños.
Percibía que ese lugar tan conocido, hoy se parecía a un túnel de luces y destellos. Sus quince largos años no le permitían distinguir lo real de lo imaginario. Y allí quedó. Vencido pero jamás resignado.
Hasta que el veterinario lo sentenció.
Solo entonces terminó de amanecer.
Y solo entonces los sueños caninos se hicieron realidad mientras él comenzó por fín... a vivir. EMILIO BAREIRO
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