Anda o, más bien, levita, como sólo una mujer con tacones domados puede hacerlo. Sus caderas no se ponen de acuerdo, ¡para qué!, así mis ojos se permiten viajar de lado a lado, sufriendo el dulce vértigo de unas piernas que retan con descaro la gravedad terrestre. Sabe que la miro y yo sé que ella intuye ese hilo invisible que me enreda en su tela de araña. Desaparecerá de mi vida y dejará un hueco en ese álbum de mujeres bellas. En ese álbum de cromos imposibles y pasiones contenidas. country49
El baile de las faldas hipnotiza la mirada, el hilo invisible, puede hacer que tire y te cambie la vida, o que se pierda en el vacío de tus ilusiones perdidas, y te conviertas en un coleccionista.
ResponderEliminarLos álbumes de...
ResponderEliminarMuy bueno. Me encantó.
Un abrazo.
Que buenos tu, Cauntry, y Alfred.De esos álbums de cromos inalcanzables y pasiones contenidas, miradas compartidas, como ignorándolas, quien sabe cuantos llevamos dentro.
ResponderEliminarNadie podia expresarlos mejor.
Nadie.
Eliminar¡Siempre fui un rendido admirador de la mujer con tacones! Al menos en una época en la que formaban parte casi anatómica de su cuerpo. Gracias por vuestros agradables comentarios.
ResponderEliminarcountry49
Love it! :)
ResponderEliminarPrecioso relato. Estarás contento, ahora se llevan unos tacones de vértigo, de esos que hacen del contoneo un ejercicio acrobático de díficil ejecución.
ResponderEliminarGracias Marga. Aunque las generalizaciones son siempre injustas, no es difícil comprobar que hoy en día, un gran número de chicas no llevan tacones sino que son los tacones quienes las llevan encima y a la menor contrariedad los zapatos acaban en las manos siendo sustituidos por unas babuchas hábilmente ocultas en el bolso.
ResponderEliminarUn abrazo
country49