lunes, 16 de julio de 2012

La atracción por lo desconocido

Le veía cada noche ante el ordenador.
El resplandor azulado de la pantalla parecía acentuar su atractivo y casi sin darme cuenta, adquirí la tonta costumbre de acabar el día, fumándome un cigarro, mientras escudriñaba su ventana.
Ayer coincidimos en la panadería; le acompañaba un chaval, con cara de bobo, que no cesaba de mascar chicle.
Le miré atónita; era bajito, con voz atiplada y francamente vulgar ¿dónde pude verle el encanto?
No he vuelto a salir al balcón y lo que es mejor, he dejado de fumar.
desasosegada

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