Intentó poner a salvo del naufragio de la memoria ese sonido único del rumor de las rosas al abrirse.
Ensopado por la lluvia interior de las goteras de recuerdos, quedó pendiente de la deriva de unos sueños ajenos.
Pasaron los años. Los líquenes de la ausencia trenzaron densos espinos sobre el tronco de su corazón dormido, pero ni las nubes más negras pudieron apagar el rosal inmenso de sus luces encendidas.
Albada
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