Pedro sube la persiana del bar nada más amanecer. Cerca, Sagrario la panadera, coloca el mostrador con esmero. Como una flecha atraviesa mi campo de visión Fernando el cartero, sujetando con una mano el manillar de su bicicleta y con la otra un puñado de cartas sedientas de recepción. Mosén Esteban, aguarda con la puerta de la iglesia medio entornada, la llegada de algún feligrés. Y como de costumbre, "Salchichas" el perro pastor, mantiene a raya al rebaño en lontananza.
Una repentina ráfaga de viento me obliga a abrir los ojos. Ya no quedan ni las sombras del pasado.
http://microseñalesdehumo.blogspot.com
Una repentina ráfaga de viento me obliga a abrir los ojos. Ya no quedan ni las sombras del pasado.
http://microseñalesdehumo.blogspot.com
Si quedan sombras del pasado, sobreviven en nuestra memoria, muy bonito.
ResponderEliminarUn saludo.
Un buen texto. Prosáico y abierto.
ResponderEliminarUn saludo.
El viento arrincona las sombras en algún rincón. Volverán, obstinadas, hasta que sólo queden ellas. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin