El olor a talco de sus axilas revoloteó efímero por el cuarto de los cachivaches. Quedó dormido y expectante. En un estado larvado. Alguna vez, cuando sentías la espuma burbujear en tus huesos, sólo ese aroma a talco y lluvia de sus rincones secretos, devolvía el azul intenso de sus ojos de rocío a tus ojos grises.
Y en esos momentos de ingravidez, por unos instantes de fuego, el espejo jugaba a ilusionismos baratos con la placidez.
Maquillando tu rostro de una esperanza aún viva.
Albada
Y en esos momentos de ingravidez, por unos instantes de fuego, el espejo jugaba a ilusionismos baratos con la placidez.
Maquillando tu rostro de una esperanza aún viva.
Albada
Como siempre, aprehendiendo breves instantes para barnizarlos de magia y misterio. Encantador, Albada, como siempre.
ResponderEliminarMuy bonito.
ResponderEliminarGracias Andrés Moreno y Anónimo por vuestra lectura.
ResponderEliminarSincera gratitud.
Desde este lado de una pantalla, un abrazo Andrés, un cordial saludo Anónimo.