Frente a mi, tú. Los pocos rayos de sol que entraban por la ventana resaltaban tu belleza. Tu piel morena, en principio, se adivinaba suave y tersa. Sabia que terminarias haciéndome llorar pero no dudé, necesitaba de tu dulzura, de tu cuerpo, de ti. Te cogí en mis manos sometiéndote entre suaves caricias. Susurrándote, te prometí delicadeza mientras te despojaban con suavidad mis dedos, hasta que llegué ansioso a tu cuerpo sabroso ¡cuánta ternura puse de mí! terminando como me temía desde un principio, maldita cebolla, llorando.
Ramón María
Ramón María
¡Oich! Ingrata cebolla...
ResponderEliminarYa te digo Anónimo, cuando menos ingrata.
Eliminarjajajaj esta mañana yo también estuve con una, per ni la susurré, ni la acaricié, también me hizo llorar
ResponderEliminarSon terribles, te aflojan hasta la mucosidad infantil. ¡Qué llorera joder! Un abrazo Rosy
EliminarJeje, está muy bien.
ResponderEliminarHay que ver que extraño fenomeno, nos hacen llorar, nos repiten y huelen que se matan, pero mira por donde dicen que son buenas para la salud y encima me gustan, cagüennnnnnnnnnn...
Mira que somos masocas, a mí, me encantan y como bien dices son buenas para la salud aunque me quedaba con la de dos piernas que también tiene los mismos efectos colaterales. jajaja.
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