Lo malo es que siempre quiso ser un caballero, pero no uno de su tiempo, lo que quería era ser uno de armadura en pecho y a ser posible, de lanza y equino. Llevaba tan dentro el sentimiento que se convirtió en la persona más solitaria de su entorno. De haber tenido la ocasión, habría lanzado una bala incendiada contra el adversario desconocido, desde aquel castillo semiderruido al que se empeñaba en subir cada día por el lado más abrupto de la ladera. Un día en que su vida le pareció un sinsentido, cansado ya de hacer esfuerzos, decidió bajar por el camino más fácil y en el trayecto se cruzó con unos ojos inmensos, en un rostro armonioso. Pensó que sería bonito gozar del descanso del guerrero al lado de tan agraciada dama. Hizo un intento de acercarse pero la mujer pasó de largo ignorándolo por completo. Ella subía cada día para ver si desde la atalaya de aquel ruinoso castillo, divisaba al príncipe que siempre creyó merecer.
!Cuántas cosas maravillosas nos habremos perdido mientras buscabamos otras!
ResponderEliminarUn saludo.
Y la dama pensó: "No está mal este caballero, y me ha mirado con interés. Lo que pasa es que una dama no debe sostener la mirada al primer cruce. Pero si me lo vuelvo a cruzar mañana me haré la encontradiza y éste no se me escapa. Más vale caballerete en mano que príncipe azul volando, qué leches".
ResponderEliminarDisculpa, amigo-a anónimo-a, que me haya permitido, un poco irrespetuosamente,prolongar tu relato. Es más, con tu permiso animo a los colegas del blog: ¿Alguien quiere continuar?
El Manco
Claro que si. Todos a seguirlo. Me gusta.
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