Siempre había querido sorprenderla el día de su cumpleaños con algo especial, pero ya estaba todo inventado: flores, perfume, cena a la luz de las velas... Ese año se atrevería. A menudo, cuando pasaban por ese punto de la autovía, ella decía: "¡Qué romántico que alguien te declare su amor en un grafiti!". Había un paso elevado, y sobre el dintel, en letras garabateadas en negro, se leía: "Te kiero churri!". La ejecución premeditada de tan sublime acto le parecía digna de todo un héroe romántico. Se imaginaba cómo habría llegado allí, con el corazón agitado, a oscuras, en una noche de luna, por qué no. Entonces, sacaría su bote de spray y se colgaría de aquel puente decidido a firmar el manifiesto de amor más arrebatador de todos los tiempos. Al día siguiente, llevaría a pasear a "su churri" la peluquera en moto y, al pasar por allí, le diría: "Mira arriba". Ella se sonreiría y apretaría aún más contra el cuerpo de su valiente y romántico novi o. Y llegó la víspera. Compró un bote de spray, rojo pasión, se hizo con un arnés, esperó al anochecer: "Voy a por tabaco”. Y una vez allí, recordó que tenía miedo a las alturas. “Un fin de semana en un spa le gustará. Ya no somos unos niños".
Jo, que lástima!!!
ResponderEliminarEn una carretera por la que paso, altíiiisimo, hay una pintada que dice "te quiero, princesa", siempre pienso como haría para pintarla y que habrá sido de aquel amor... ya que núnca lo sabré, puedo imaginar...
Siempre me hago la misma pregunta, ¿cómo llegan hasta ahí? y la respuesta es siempre la misma, tener voluntad de hacer algo es tener casi la mitad del objetivo conseguido, si se tiene la imaginación para encontrar el camino ya solo queda tener algo que decir, y en este relato, además se dice. Felicidades.
ResponderEliminarUna entrada muy imaginativa y muy bien narrada.
ResponderEliminarun abrazo
fus
¡Muchas gracias!
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