La sirena cautiva vomita pulpos de siete patas en la taza del váter. Supo que Neptuno no la dejaría libre a pesar de su embarazo y que habría de parir tras aquellos barrotes de coral; desolada, no podía evitar que sus ojos vertieran abundantes burbujas.
Ángeles Sánchez Gandarillas ©
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