Raymond escribe culebrones llenos de lágrimas y de portazos. Detrás, Simone, ceño fruncido, redacta guiones de azafatas televisivas en minifalda. Medio derrumbado, Julio copia manuales de instrucciones para artilugios ya obsoletos. Cuesta reconocer a Virginia, pelo mojado y furiosa, obligada a parir novelitas de amor caballeresco. A su lado, Antoine llora tras sus gafas de aviador mientras teclea un prospecto. Sólo ese francés, Jean-Paul, encadenado y azotado en un rincón, se revuelve contra su destino. El infierno, inesperado pero tan familiar, no le impresiona.
Miriam Márquez
Miriam Márquez
Son los otros. Quien lo iba a decir, el olimpo convertido en un infierno. Ya no nos queda ni París.
ResponderEliminarEl Manco
¿Traductores?
ResponderEliminarHola, Manco, ni París nos queda. Aunque yo creo que Jean-Paul terminará venciendo.
ResponderEliminarAmigo anónimo que pìdes traductores, es cierto que el relato y también mi respuesta pueden resultar un tanto crípticos. Yo creo que la clave consiste en poner apellido a los nombres de escritores que aparecen en el relato. Y también en recordar la conocida frase de Jean Paul Sartre: "El infierno son los otros". A no ser que Miriam me diga que me he pasado de listo. Un saludo a ambos.
ResponderEliminarEl Manco
O quizás preguntabas si los personajes del relato eran traductores. Si mi interpretación no es errónea parece que son más bien escritores.
ResponderEliminarEl Manco
Jjajjaja... Parece Manco que tú si que lo has traducido bien.. un abrazo a los dos!
ResponderEliminarjajja... Parece Manco que tú sí que lo has traducido bien.. un abrazo a los dos y gracias!
ResponderEliminarLa relación de super stars de la literatura era clara, pero me imaginé a sus sesudos traductores como tristes mercenarios de las letras... En fin, cosas mías
ResponderEliminarSaludos de la amiga anónima y amante de los gatos