Y por un tiempo, todo cuánto había a mi alrededor decidió caprichosamente en demorarse, casi, hasta llegar a detenerse, como gota de miel espesa tras inclinar la cucharilla, se desliza lenta, muy lentamente, se asoma al borde de ésta y se estira más y más, de repente, se detiene temerosa ¡Tal vez! por miedo a ser degustada, ¡Que sé yo! Y el hilillo vuelve por su peso a tensarse -cada vez más fino- Y saco la lengua con ansia, ¡Ya rompe! me digo ¡Ya tarda! suspiro, y yo, con la lengua en grácil movimiento, paralizando mi vista frente al hilillo dorado. ¡Ya lo consigo! me digo entusiasmado. Y por un instante -horrorizado- mis ojos la pierden de vista sin que mi lengua pueda sentir nada del dulce deseado, esperado, soñado. ¿Y que ha ocurrido? me digo enojado, mientras levanto la mano, y es en ese maldito momento cuando la gota de miel se estampa en el piso. Y la miro, y ella parece mirarme y el gato se relame. Y le miro, ¡Ahora tendré que comerte! le digo cabreado. Jamás vi saltar y correr a un gato tan alto, tan rápido.
Ramón María
Ramón María
No sé que a pasado pero creo que he duplicado la entrada, si alguien puede borrar una de ellas se lo agradezco, joder! que torpeza.
ResponderEliminarTranquilo, el mejor escribano echa un borrón.
ResponderEliminarTu relato me ha trasladado de repente a mis veinte años. Experimentando un día con LSD, el tiempo se dilataba increiblemente, y desde que la miel salía de la cuchara hasta que llegaba a la boca transcurría una eternidad. Me has hecho viajar en el tunel del tiempo.
Y qué gato más perspicaz. Parece una película de Tom y Jerry.
El Manco
Hola El manco, en cierta forma la vida tiene mucho de LSD. El gato sigue corriendo, pobrecito.
EliminarMe gusta mucho el título, Ramón, y la idea del relato también
ResponderEliminarGracias Anónimo, siendo así, misión cumplida.
EliminarJeje, muy bueno.
ResponderEliminarEsta vida es así, marga, cuando parece que algo llega...pues eso un gato cabrón se lo lleva, en fin, nada nuevo.
Eliminar