Inviernos de nieves pero sin bienes. Eran años de colegios de curas, (unos clementes, otros cabrones) claustros y fuentes talladas de aguas frescas, y religiones impuestas, castigos y represiones, pupitres, mapas geográficos, francés y latín, meriendas de pan con chocolate, pañuelos llenos de mocos y narices rojas, irritadas de frío y constipados…eran días de hambre, de tebeos, bocas agrietadas de succionar mitades de naranjas…patios de tierra, juegos de pelota y vistas de horizontes en la lejanía ¿Dónde sino están siempre los horizontes?...eran los comienzos de nuestras vidas…
15 Marzo 2010
Kim Bertran Canut
Tampoco es que la educación haya avanzado tanto desde aquellos tiempos a la actualidad. Ahora tenemos los móviles e Internet, pero seguimos constipándonos y hay gente que pasa hambre. Tenemos muchas libertades, sí, y también muchos más vicios que antes.
ResponderEliminarClaro que cada tiempo tiene pros y contras, pero la posguerra, época a la que alude el relato, es difícil de añorar. No sé si la educación es mejor (yo creo que sí), pero al menos ahora alcanza a todos, y ya nadie se atreve a decir que "la letra con sangre entra" ni que "quien bien te quiere te hará llorar". Ni los niños crecen atormentados por la convicciónb de que si "se tocan" irán al infierno. Ni desconociendo al otro sexo como si fuese una especie extraterrestre. Ni... sería interminable
ResponderEliminarN'tido retrato de como la amargura nos llegó a temprana edad.
ResponderEliminarCarecíamos de defensa ante un mundo poco evolucionado.
Algo meramente karmático.
La niñez ciertamente puede resultar una época detestable por infinitas razones. Muy en especial la que te convierte en súbdito automático de muchos que posiblemente sean tus inferiores.
Una liberación dejar atrás ésa etapa y asumir la vida en tus propios términos.
Pues yo recuerdo mi infancia e incluso mi adolescencia como una época maravillosa, siempre jugando y riendo, sin apenas problemas. Cuando nos hacemos adultos empeoramos. La experiencia vital no sirve de nada.
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