sábado, 7 de diciembre de 2013

Sol-Ventas

Como cada mañana ella entró al vagón a las ocho y diez en la estación de Sol. Como siempre él no tuvo valor para hablarle. Ayer no le había dicho que su nuevo peinado le sentaba muy bien, ni anteayer que la veía más cansada, ni al otro le había preguntado por qué había faltado dos días. Las cosas que no le había dicho en aquellos tres años habrían llenado una enciclopedia.

Hoy especialmente no sería capaz de decirle que desde la semana próxima tendría que cambiar de trayecto y entonces las mañanas ya no tendrían sentido. Que la añoraría desesperadamente. Que la quería sin remedio.

Camino de la puerta, la miró una vez más. Ella, como siempre, pareció no verle. Pero sintió en sus dedos el contacto eléctrico de los dedos de ella y se encontró un papel en la mano. Escrita con bolígrafo, había una sola palabra: “Sí”.



El Manco del Espanto

martes, 3 de diciembre de 2013

Viajera del espacio

La calma y la armonia reinaban alli.

Era curioso, pero estaba convencida de que pertenecia a ese lugar, que simplemente regresaba,

y ya no pensaba abandonarlo.

La hicieron pasar a una sala donde se reunian para

los festejos. Todos se mostraban felices con su

presencia. Tomaron asiento en slencio, alrededor

de una mesa circular...

Sobre la misma, se veian grandes fuentes, llenas

de frutas exoticas, decoradas con flores de exqui-

sito aroma.

Se comunicaban con facilidad, y en sus gestos y

miradas se advertia...

-Me falta poco para terminarlo- se dijo en un

bostezo, y zzzzzzzz...

Zully

domingo, 1 de diciembre de 2013

El Solista

Cuando se cepillaba los dientes por la mañana emitía con el frotamiento del cepillo melodías y sinfonías por todos conocidas, tal era su éxito que cuando con la gárgara final daba por concluido su aseo y concierto matutino, era aplaudido y vitoreado desde la cama por los que aún dormían o al menos lo intentaban aprovechando sus últimos minutos de remoloneo entre las sábanas.

Carmine

El vendedor de toallas

En aquella playa abundaban los rostros exóticos. Algunas mujeres chinas ofrecían masajes de pies, unos pakistanís despachaban bebidas, dos marroquís alquilaban hamacas… y ese día apareció un joven con una túnica púrpura vendiendo toallas.

Fue directamente hacia una familia que tomaba el sol cerca de mí. Tenía unos penetrantes ojos negros, y creo que sólo yo observé la intensa mirada de complicidad que intercambió con la hija adolescente. Entonces recordé haberle visto por el hotel en que aquel grupo y yo nos alojábamos.

Los padres no pusieron inconveniente cuando la chica se interesó por una toalla. Preguntaron al vendedor de dónde era, y éste respondió enigmáticamente: “Bagdad”. Cuando se marchó, la chica extendió la amplia toalla y se estiró sobre ella. Lejos de relajarse, me pareció nerviosa y expectante, incluso algo pálida.

Sin duda fui el primero en verla despegar. Ganó altura mientras abajo se hacía un silencio de estu pefacción. Cuando brotaron las primeras exclamaciones enfilaba ya hacia el horizonte marino, hasta que fue solo un punto y por fin desapareció. Luego supe que algunos bañistas la tomaron por una extraña y veloz ala delta.

Supe también, unos años después, que nunca más habían encontrado a ninguno de los dos.



El Manco del Espanto