Salí del baño sin tirar de la cadena, ignorando el ojo parpadeante de la lavadora lista. Iba camino del microondas donde un pan descongelado se mareaba en vano. La cafetera italiana hervía café cumplimentando bajo el fuego un destino de bomba casera inminente. Entonces sonaron timbre y despertador; dos tostadas saltaron como trapecistas escapando un segundo de su celda doble de brasas y en el móvil se disparó la marcha Radetzky. Me llevé las manos a la cabeza y ordené prioridades: lo primero fue abrir la puerta. Lo segundo, ganar la calle ante la mirada atónita del cartero y el escándalo del vecindario por mi desnudez.
La lengua salvada (Mikel Aboitiz)
La lengua salvada (Mikel Aboitiz)
Crispante y ríspida manera de incorporarse justo al evacuar fecalmente y lanzarse en pelotas a encarar las turbas desalmadas que pululan en la vía pública. Un acto de arrojo con escasos precedentes. Deberían condecorarle y darle un ascenso. O un elevado estímulo económico.
ResponderEliminarMe parece muy bueno
ResponderEliminarLo acabo de leer en tu blog pero te lo digo aquí: Muy interesante, Mikel. Felicidades.
ResponderEliminarPues sí. ¿Quién no ha tenido el impulso de dimitir, de tirar un día la toalla, de largarse de una puñetera vez y dejar toda la agenda para que la haga su p.m.? Sobre todo si te la recuerdan, como hoy en día, todas las alarmas visuales y sonoras que te puedas imaginar.Muy logrado este micro.
ResponderEliminar!Caramba!...menos mal que no estaba la olla con su pitido de tren a punto de atropellarte, si los electrodomésticos nos atacasen, estaríamos arreglados.
ResponderEliminarMuy bueno.
Como mi mayor problema es la capacidad de imaginar..como comprenderás ando dislocada de la mandíbula!
ResponderEliminarEs muy bueno, dinámico, y divertido..tres toneladas. Un saludo.