La batalla, liberada del orden de estrategias iniciales, aumentó su violencia hasta alcanzar la visceralidad que anuncia un final sin prisioneros. Mi ejército, dirigido con mano inexperta, menguaba acelerado hasta el punto de ser incapaz de reprimir las embestidas enemigas. Y yo, obligado a recular con movimientos torpes, buscaba una escapatoria imposible.
Por fin, arrinconado y solo, fui derrotado por la reina negra que, con un golpe de cadera, hizo rodar sobre el tablero mi cuerpo de marfil.
Miguel A Algarra (relatos en minúsculas)
Por fin, arrinconado y solo, fui derrotado por la reina negra que, con un golpe de cadera, hizo rodar sobre el tablero mi cuerpo de marfil.
Miguel A Algarra (relatos en minúsculas)
Me ha encantado lo del "golpe de cadera". Llevas al espectador muy bien hasta la sorpresa final. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Francisco. Muy amable.
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