sábado, 5 de julio de 2014

EL SITIO DONDE NACI

Hace varios años que no escribo en este blog. Tan especial para mí. Fue una etapa importantísima y única. Una fuente inagotable de experiencias. Que tuvo su tiempo. Aquel tiempo que fue suyo y de nadie más. Luego, mi blog, Facebook y mis textos largos me acabaron alejando.

Pero nunca he olvidado este sitio ni a los escritores pioneros que lo iniciamos. Aquí anuncié la publicación de mi primera novela: “El día que fuimos dioses” porque entonces todavía escribía con asiduidad en él.

Y hoy vuelvo a este blog, por una parte porque muchos de aquellos microrelatos que yo escribía fueron seleccionados por mi editorial para una antología amorosa: “Los mejores 101 momentos de amor”, que se publicó a finales del pasado año y recientemente como e-book. Los que lo han leído habrán comprobado que cito y agradezco por sus nombres a todos aquellos escritores de 280 que me ayudaron con sus estrellas y comentarios entonces.

Y por otra, y más impo rtante, vuelvo porque hoy me ha inundado una ola inmensa, un tsunami de nostalgia, que me ha traído hasta aquí.

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Francisco Rodríguez Tejedor.

viernes, 4 de julio de 2014

El Blues de la Ciudad Abrasada

El viejo del traje negro parecía estar en las últimas, pero bailaba bien, con chulería de bluesman alcohólico. Me gustaba cómo sonaban sus zapatos sobre el asfalto caliente. Mi ciudad, esa puta cara, sonreía y me mostraba sus encantos. Olía a piel de mujer acariciada por un sol perezoso, lúbrico. Y todo era gratis. De pronto, me di de bruces con él. Sentado en una vieja silla de ruedas, aferrado a un micrófono conectado a un magnetófono destrozado. Cantaba, intentaba cantar. Cerré los ojos, pidiendo que parara, por favor. Su alma supuraba y el aire se pudrió de golpe, la tregua acabó, y él era joven, sólo nos separaba un golpe de mala fortuna, un mal nacimiento, una mala caída. La puerca mala suerte. Cuando volví a mirar él callaba, fatigado, y una puta vieja y devastada desafinaba al micro. Seguí caminando, y ya nada era gratis, y el sol sólo un jodido disco molesto y abrasador en el cielo.

Hank66

El voyeur

Blanca cabalgaba sobre mí en el asiento trasero de mi coche, estacionado discretamente en un descampado. Su pelo caía alrededor de mi cara, impidiéndome ver cualquier cosa que no fuera su mirada ardiente y su boca entreabierta de placer. Atisbé al hombre a través de su melena sedosa. Estaba parado junto a la ventanilla, su mano derecha perdida en su entrepierna. Me extrañó su expresión, triste y melancólica. Lo miré con rabia y sorpresa. Blanca también lo vio, y con un leve gesto congeló mi reacción. Su cuerpo febril pareció recargarse de lujuria, y acabamos al mismo tiempo. El hombre lloraba mientras Blanca lo miraba jadeante. Hoy, un año después, he vuelto al descampado. Me he acercado al coche y he espiado a la pareja que fornicaba con furia en el asiento trasero. Pegando la cara al cristal, he tenido el orgasmo más triste de mi vida, justo cuando Blanca ha clavado en mí sus ojos llenos de salvaje obscenidad.

Hank66