martes, 23 de diciembre de 2014

Mazapán

El prestidigitador tartamudo escondía siempre un par de ases en la manga y una debilidad desmedida por el alcohol. Su número estrella fuera del escenario era hacer florecer una rosa en su puño para ganarse compañía nocturna. Aquella noche, obnubilado por los labios de mazapán de la morena solitaria del bar, se acercó a ella. Tímidamente sentado se remangó con estudiada profesionalidad y abrió el puño pero no apareció nada: solo sus palabras entrecortadas rellenaron el vacío. A pesar de todo funcionó como un gran truco: logró que esa noche tuviera sabor a Navidad.

P. D.: Ella —logopeda en paro— también disfrutó lo suyo.

La lengua salvada (Mikel Aboitiz)

lunes, 22 de diciembre de 2014

Don Julito (basado en hechos reales)

Don Julito colocó la sotana en la percha. A duras penas sus 1:55 y sus puntas de pie cada vez más menguadas le permitían llegar a la barra del armario de la que colgaban una camisa y otra sotana de muda. Quita y pon. A sus 77 años se encomendaba cada noche a la imagen de Santa Eduviges, patrona de los desvalidos y desamparados, iniciando aquel ejercicio de tienta, que se le antojaba más difícil que alcanzar el cielo.

Tras esas prendas, remendadas tantas veces con más pericia que buen gusto, la bondad se disfrazaba a diario de negro. De sus oscuros bolsillos salían todos los 28 de cada mes un sobre blanco con el importe de la pensión que Don Julio entregaba a la Hermana Silvina, otra héroe silenciosa y enjuta. La casa de comidas que regentaba Sorsil -como se hacía llamar- se convertía por unas horas en las Naciones Unidas sin otro requisito que el hambre y un rezo antes de abalanzarse sobre el plato.

Encontraron a Don Julito en el suelo de su cuarto austero. El parte médico indicó que un traspiés provocó el golpe fatídico. Sor Silvina cree que su alma está detrás del giro postal que se recibe a fin de mes de una señora de Salta, viuda de luto estricto, que ha prometido visitarla pronto.

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