Mira lo que hago… decía moviendo las manos como si fueran palomas. Yo, seguía sin pestañear sus maniobras para acabar gritando entusiasmada: “ahí, ahí está” pero nunca estaba y yo quedaba fascinada por su habilidad.
Nos hablaba de dunas de oro, de cascadas que se desplomaban desde el cielo o de planetas de hielo. De reyes que amaban a sus súbditos, de pobres que partían su capa o de niños que vivían en planetas de hadas y hechizos.
A mamá no le gustaba que jugáramos con él porque decía que tenía la cabeza a pájaros, pero nosotros celebrábamos con alborozo sus escasas visitas.
Un día no volvió. Alguien contó que había subió a un rascacielos y nunca más descendió; buscaron su cuerpo por todas partes pero no lograron encontrarlo; yo no me entristecí porque sabía que con su cabeza a pájaros y sus manos de paloma había volado hacia tierras de ensueño.
El tiempo pasó y la vida nos incrustó en una realidad sin fisuras; pero alguna vez, rara vez, vislumbro lo asombroso detrás de lo vulgar y en ese breve instante, un atardecer me hace temblar o una flor es un milagro; entonces me acuerdo de él y sé que detrás de la normalidad la magia existe y que solo cuando logramos contemplar el mundo con la mirada limpia de un niño, nos deslumbra su belleza.
desasosegada
Nos hablaba de dunas de oro, de cascadas que se desplomaban desde el cielo o de planetas de hielo. De reyes que amaban a sus súbditos, de pobres que partían su capa o de niños que vivían en planetas de hadas y hechizos.
A mamá no le gustaba que jugáramos con él porque decía que tenía la cabeza a pájaros, pero nosotros celebrábamos con alborozo sus escasas visitas.
Un día no volvió. Alguien contó que había subió a un rascacielos y nunca más descendió; buscaron su cuerpo por todas partes pero no lograron encontrarlo; yo no me entristecí porque sabía que con su cabeza a pájaros y sus manos de paloma había volado hacia tierras de ensueño.
El tiempo pasó y la vida nos incrustó en una realidad sin fisuras; pero alguna vez, rara vez, vislumbro lo asombroso detrás de lo vulgar y en ese breve instante, un atardecer me hace temblar o una flor es un milagro; entonces me acuerdo de él y sé que detrás de la normalidad la magia existe y que solo cuando logramos contemplar el mundo con la mirada limpia de un niño, nos deslumbra su belleza.
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