El muñeco cerró los ojos. Julito lo sacudió, pero no consiguió que los abriera. Comprendió que se trataba de un juego. Por eso cerró también los ojos. Su madre le sonrió. Iba a decirle algo, pero de pronto le llamó la atención lo que se veía por la ventana. Un enorme fogonazo la deslumbró. La inmediata explosión rompió todos los cristales.
Julito todavía resistió un rato más con los ojos cerrados. Cuando los abrió, le sorprendió encontrarse en un lugar extraño. El muñeco –lo que él creía un muñeco– le estaba sonriendo.
Juan Pedro Ortega Sánchez
Julito todavía resistió un rato más con los ojos cerrados. Cuando los abrió, le sorprendió encontrarse en un lugar extraño. El muñeco –lo que él creía un muñeco– le estaba sonriendo.
Juan Pedro Ortega Sánchez
Solo se vive una vez... cada vez. Buen relato.
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