En la oscuridad, la joven pugnaba por mantener el equilibrio, intentando resistir el empuje del viento. Desde la altura, miró hacia abajo y palideció. Cuánto se arrepentía de haberse dejado arrastrar hasta allí, según él, el lugar perfecto para oír su nueva partitura. Io ti proteggerò, le había susurrado seductoramente.
-Niccolò, carissimo...
Enfrente de ella, él se retorcía agitado al ritmo de la música. La alborotada melena cubría su rostro convulso, sus dedos crispados recorrían las cuerdas del violín. Un chasquido y otro más, estremecieron la noche. A duras penas, el frágil instrumento resistía los violentos embates del arco. Con el tercer chasquido, el cielo estalló en iridiscencias amarillas y se inundó de espirales y animales multicolores, ramos de flores y seres alados. Sin dejar de tocar, el violinista se fue transformando en un diablo rojo que lentamente se elevó flotando, alta la cabeza y muy abiertos los ojos verdes.
La mujer retrocedió aterrorizada, precipitándose al vacío desde el tejado. El diablo rojo levantó el arco. Entonces, un caballo blanco voló hacia ella, la recogió en el aire y la depositó con cuidado junto a él.
-Lo vedi, amore? Io avrò cura di te...
Somnus Tuus
Conviene subirse a las terrazas serenos... jeje
ResponderEliminarYo los vi antes de que subieran al tejado, y créeme. Estaban serenos. Al menos en el sentido alcohólico del término.
ResponderEliminarGracias por tu lectura y tu comentario.
Somnus Tuus