Tenía la cara tumefacta. La sangre goteaba de mi nariz, empapando la pechera de la camisa. Llevaba horas recibiendo hostias. Vi brillar la navaja y recé. El reloj de la pared marcó las 12 de la noche. El tipo cerró la navaja y gritó: ¡Compañero, es 29 de Septiembre, a la huelga!
Por Hank66
Jajaja, tú y tus finales sorpresas, muy bueno por su "oportuno" realismo.
ResponderEliminarSalvado por la campana.... suscrito de por "vida" a las huelgas. El título una vez más lo dice todo.
ResponderEliminarMe gustan mucho estos relatos tuyos que parecen desarrollarse en un sucio callejón de Chicago.
ResponderEliminarViolento costumbrismo nacional de bajos fondos. Muy bueno.
ResponderEliminarJa jajajaja. Por lo menos a alguien le servirá la huelga para algo. Me gusta.
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