Se encontraron bajo la sombra del álamo blanco que había tras la pequeña cascada, junto a los jacintos silvestres. El, azul turquesa, ella, rojo fuego. Durante unos instantes solo se observaron en espera de los acontecimientos. Voló hacia ella decidido, ella inmóvil le esperaba impaciente. Se unieron, vibraron y desaparecieron cada cual en una dirección. Su descendencia, verde brillante, nunca les conocería, es lo que tiene ser libélula. Simple y práctico, y porque no feliz.
Cormoran
Tierno amor natural, probablemente muy feliz. Bonito, cormorán.
ResponderEliminarGracias por hacernos compartir el punto de vista de un insecto.
ResponderEliminar@mirina
ResponderEliminarSi, yo también creo que deben ser felices. Su tiempo de vida es breve y no da para mucho más, pero no por ello deja de ser intenso y feliz. Nunca he sido libélula para decir que no sienten felicidad, no?
@jos� javier
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo, y perdón por contestar tarde, los medios....