Nunca había visto una mirada que encerrase tanto fuego y ferocidad como aquella. Sentada al lado de la portavoz del jurado, le observaba y escuchaba pero no eran palabras las que asomaban a la boca del presunto culpable. El habíaa intercambiado, tergiversado y traspasado la línea del amor por la de la obsesión. Escalofríos como latigazos me recorrían la espalda.Su amada se hallaba en un encierro infinito, para él no habrá encierro suficiente ni barrotes que apaguen ese fuego enfermizo.
Vanadis.
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