Era un hombre positivo a pesar de llevar cuarenta años en la misma empresa, ocupando la misma oscura y minúscula oficina. Hacía sus tareas con diligencia y esmero, siendo apreciado por sus compañeros. Siempre pensó que reconocerían su dedicación otorgándole un cargo superior. Nunca decayó en su empeño. Un día se quedó perpetuamente dormido en la silla de su despacho. Al despertar se encontró en un recinto blanco y luminoso. Flotaba de emoción, podía tocar el cielo con sus manos. Por fin lo habían ascendido.
Saryle
Buen micro, Sara. Es la historia de tantos y tantas...Es un drama cuando no te queda ni el cielo como consuelo. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, damadeltablero. Un saludo para ti.
ResponderEliminarMadre mía, por Dios que el lunes no me "hayan ascendido" de esta manera!, de momento, prefiero rozar el cielo con los dedos en mis sueños, o entre besos, abrazos y caricias!!! Un maullido gatuno para todos.
ResponderEliminarSara, gracias por recordarnos que estamos de paso
ResponderEliminaren esta vorágine. Y que encontraremos antes el palo que la zanahoria.
@Vanadis
ResponderEliminarGracias por tus maullidos, Vanadis. Siempre es mejor rozar el cielo con los dedos entre abrazos y caricias en el presente, en cada momento de nuestra vida; que esperar a que se cumpla un sueño utópico sin haber disfrutado lo suficiente. Nunca se sabe cuando y como seremos "ascendidos" Un abrazo.
@gabrielpalafox
ResponderEliminarEs verdad que estamos de paso, Gabriel. Y son tantas las expectativas con las que cargamos en nuestra vida que aplastan nuestro presente, y malgastamos los años esperando algo que quizá nunca llegue…
Un saludo.