Hay algo en los zapatos viejos que me inquieta.
Los míos me hacen sentir cómoda, me evocan caminos recorridos. Sus arrugas y pliegues son las huellas que nos ha dejado el caminar.
Los de mis gentes me conmueven; verlos vacíos, recién abandonados, me acerca a la intimidad de quién los ha usado.
Por el contrario los de los desconocidos me asustan; un zapato solitario en la calle o en el campo, me da sensación de catástrofe.
¡Que fácil es inventar una historia a partir de un par de zapatos!
desasosegada
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Buen relato, "desa", creo que a partir de hoy miraré con otros ojos los zapatos, aunque los de mi hijo no tienen otra mirada ni pensamiento que el de ponerlos inmediatamente a orear en la ventana, jajaja.
ResponderEliminarComparto la inquietud ante un zapato solitaro en el campo o en el asfalto.Un jersey abandonado o perdido tiene una historia pero un zapato viejo... Toda una historia por imaginar.
ResponderEliminarMe ha gustado. Un abrazo