Soy bodeguera como mi padre y mi abuelo, el duende del vino habita en mi casa y en mi sangre.
Adoro airear una copa de buen vino y oler a fruto maduro; el olor de mi tierra en la cosecha.
Lo saboreo, pausada, sintiendo sensación de terciopelo en la boca y de calidez en el corazón. Es entonces cuando me vuelvo más decidida y sobre todo, más feliz.
Mis novios sucesivos, me abandonaron por celos... celos del vino ¡Que absurdo!
Y así, de cosecha en cosecha, he llegado sola a la madurez, bueno sola no, con mi duende.
desasosegada
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¡Una copa de tinto del Penedés para brindar por este relato!
ResponderEliminarPrecioso, Desasosegada, yo también brindo (cava, por favor) por tu micro, porque además de estar bien escrito y ser muy sugerente, es fantástico llegar a la madurez en compañía del duende personal, :)
ResponderEliminar¡Ey, yo tengo un cava cojonudo en la nevera! ¡Estáis invitados!
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