Escribes igual que vives, de frente, sin subterfugios. Escribes de oído, tañes palabras, afinas matices, hasta atrapar la huidiza armonía, el perseguido compás. Las tocas de memoria, acariciándolas, espoleándolas, acercándolas siempre al corazón que dices no poseer. De tus cuerdas surgen infinitas variaciones salpicadas de acordes negros, contrapuntos que se elevan en el aire con un rictus burlón. Vibrantes partituras para ese claroscuro que es el vivir. Las palabras han reconocido en ti a un amigo. Por eso acuden puntuales a tu llamada, cuando las convocas para esa tu profana liturgia del escribir, donde invocas a otro ángel de lo extraño, tu admirado Edgar Allan Poe. mj
Genial acercamiento, brillante primer plano del quehacer narrativo de aquellos que osamos jugar, ver, vivir entre, en medio, a través de las palabras, sea cual sea la fuente de la que nos alimentamos. Bravo mj¡¡
ResponderEliminarMe parece un texto muy brillante, y un resumen preciso y precioso de muchas de las motivaciones que arrastran a los juntaletras a sequir juntándolas, con mayor o menor fortuna, con mayor o menor acierto, pero siempre con la ilusión de estar creando algo, si no único, al menos, personal.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, mj.
Cronopio
Gracias Isabel, Cronopio y Anónimo. Os diré en confianza que este texto está inspirado en un juntaletras (si me permites Cronopio plagiar tu palabra) en particular, un amigo del alma, en sus propios textos. Pero al repasarlo, me he dado cuenta de que vosotros tenéis razón, y que es trasladable a los juntaletras en general, a nuestra disposición y a la férrea voluntad de seguir adelante con este nuestro idilio con las palabras. Un saludo cordial para todos.
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