Redactaba con esmero su autobiografía. Sería un pilar fundamental de su próxima campaña, por lo que ponía especial cuidado en darle una pátina convincente y veraz. De pronto, notó un brutal golpe en el occipucio, acompañado de una luz cegadora, un ruido ensordecedor y un penetrante olor a azufre. Después, oscuridad y silencio. Acababa de escribir "que me parta un rayo si miento". Instantes después, recuperó el sentido y su sonrisa maliciosa. Ni siquiera el cielo sabía que él era inmortal. tapia
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