Mientras alimento, febril, mi lado oscuro, acercas, hasta fundir mis miedos, tu gentil rostro y, con insolente cotidianidad, me rescatas mientras me ciñes con tu prístina mano (sin atisbo de poética prosa) tu cómplice sonrisa (como quien no quiere la cosa) tu magia sin trampa (mis pulsiones, del negro al rosa). tapia
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