Como cada aniversario, se puso su viejo uniforme, con el qué abandono su país,siempre conservado como un voto hecho a si mismo, cada vez más grande para su cuerpo menguante. Colocándose sus gruesas y grandes gafas, se miro en el espejo de cuerpo entero, con sus botas bien lustradas, y efectuó el saludo con toda su energía. Aunque cada vez menos marcial y más civil.
En su casa decían: ¡Cosas del abuelo! Alfred
En su casa decían: ¡Cosas del abuelo! Alfred
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