Aquella leve llovizna serviría para que la plantación de maiz germinara, y con los resultados de su cosecha poder al fin erigir la magnificente estatua del dueño de la plantación, mastil y guia de todos trabajadores de la misma, que con su esfuerzo y sudor tanto habían contribuido al enriquecimiento del terrateniente, no menos que a los comercios del entorno, en los cuales invertian y gastaban sus sueldos, con lo que también alimentaban sin darse cuenta la mal nombrada sociedad de consumo. JESTA
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