Con rabia me abrí el pecho y dispersas aves fugaces de leche y miel salieron a picotear la confusa claridad. Exhibir mi cuerpo roto era herirme sin haberme apuñalado. Por eso, los apresurados jinetes de la oscuridad fueron hacia la luz persiguiendo las insondables palabras cual hojas perezosas que ahora caen sobre su propio vuelo inicial. Hoy decidí sacar del cajón viciado de mi pecho, las volátiles consternaciones que un día me escribiste.
Guillermo Arnul Castillo
Guillermo Arnul Castillo
Es un sano ejercicio abrir el corazón de vez en cuando y dejar escapar lo que nos abruma. Muy bonito!
ResponderEliminarBellísimo texto. No huele a naftalina, sino a limpieza ese ejercicio de sinceridad entre obertura de cajones.
ResponderEliminarUn saludo
Marga, Albada: muchas gracias por su crítica constructiva. Eso me alienta a seguir insistiendo.
ResponderEliminar¿Ah! Estoy también en:
http://www.venitecuento.blogspot.com
Saludos.