Se marchó de casa persiguiendo un sueño y volvió ayer, convertida, según ella, en una mujer nueva.
Si no nueva, desde luego distinta, si parecía. Se había convertido en una especie de elegante sílfide; la cabeza cual gancho de percha que emergía de su escote, me sonreía con tristeza.
Me vendió una vida de esperanzas cumplidas, pero su mirada, esclava en una jaula peinada por Llongueras me pedía a gritos un hombro amigo sobre el que llorar.
Si no nueva, desde luego distinta, si parecía. Se había convertido en una especie de elegante sílfide; la cabeza cual gancho de percha que emergía de su escote, me sonreía con tristeza.
Me vendió una vida de esperanzas cumplidas, pero su mirada, esclava en una jaula peinada por Llongueras me pedía a gritos un hombro amigo sobre el que llorar.
desasosegada
Marga, admiro tu manera de convertir en arte el reflejo de lo cotidiano. Magnífico texto lleno de una amplitud de emociones en toda la dimensión temporal del relato, transmitidas sólo con la magia de tus palabras. Un abrazo
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Alvaro. Me encanta verte por aquí, ya lo sabes, además tu llegada siempre viene precedida de algún regalo, gracias por las estrellas. Un beso.
EliminarA veces, lo peor de los sueños es que se cumplan. Muy buena reflexión sobre el alto precio del éxito, Marga.
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