Lo que me sorprendió al verla fue la decoración monacal del dormitorio. Como un cachorro perdido buscando una caricia, tú perseguías un regazo donde dejarte amar de la manera infantil en la que amabas. Sólo sintiendo.
Medio siglo no es nada para ovillarse al fin. Releo atentamente en la prensa para dar con la certeza de que entre todos, hemos conseguido que la tentación que vivía arriba pueda dejarse acariciar sin límites de intereses, lujuria...incomprensión.
Albada
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