lunes, 27 de agosto de 2012

Gisela la bella

Cuando la dijo aturdido, descompuesto, desaliñado y con ojeras violáceas, que se moría por ella, Gisela, ignorante, le contestó, muerta de risa, que era lo más necio que le habían dicho jamás. 

Ajena a su condición, no podía calibrar el efecto de sus amaneceres rojos, de la luz azulina de sus ojos cuando se quedaba absorta, del hálito a pétalos de rosas de su aliento ni al de a almizcle difuso que emanaba de su cintura.

Ese aroma capaz de matar que desprendía su insólita belleza.

Albada

3 comentarios:

  1. !Pobre Gisela! temo que su futuro se llame soledad. En cambio el de las orejas violaceas, encontrará una compañera, seguramente menos fulgurante que Gisela pero mucho más humana y accesible.
    Muy bonito albada.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Será ojeras... ¿O no?...

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    2. jaja. Me temo que las teclas estuvieron ojo avizor pero poco atentas de oído. Por supuesto, las orejas violáceas serían tras sabañones, pobrecito, y no por amor frustrado.

      Le ponemos calefacción y le dejamos arreglado y contento.

      Un abrazo.

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