miércoles, 22 de agosto de 2012

Sumilleres

Érase una mujer a una nariz pegada o mejor dicho, érase una mujer nariz de oro.
Cuando en aquella afamada cata, después de mucha ceremonia asomé el apéndice nasal a la copa y me fue imposible definir a que olía, me supe perdida para siempre.

No vi otra salida que imporvisar sobre la marcha, así que dije con cara de experta: vino complejo, textura de satén y regusto a monedas usadas.
Volví a ganar, desbancando definitivamente a mi rival más espinoso. Ya lo decía mi abuela: "Cría fama..."

desasosegada


4 comentarios:

  1. Ja, ja, ja. Eso de regusto a monedas usadas ha sido superior, me quito el sombrero querida Marga.

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    1. Gracias Francisco, ya se te echaba de menos por aquí.Un beso.

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  2. Un tema de narices, llevado muy bien. La textura de satén y moneda me pareció estupendo resumen de cata, aunque no muy ortodoxo. Muy divertido.

    Un abrazo.

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    1. La verdad es que a veces en las catas me siento así, los entendidos aprecian matices tan sofisticados que yo me quedo a verlas venir. Un abraxo.

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